Comienza el Juego

Bienvenid@, navegante:


Te propongo un juego.

Recítame, cuentéame o dibújame algo que te inspiren los cumpleaños.

Mándamelo a mi mail y juntos crearemos el principio de una publicación.

¿Te atreves?

viernes, 9 de julio de 2010

Soplo/Secreto de Salvador Galán

Conviene celebrar lo inevitable.

Vienen tus invitados besas tarta
despliega el viejo mapa del tesoro
grita las coordenadas soy regalo al vacío.

Se termina una nueva beta inscrita en el corazón
del tronco. Buen momento para slogans:

ADORNOS NAVIDEÑOS TODO EL AÑO o también:
NATA SOBRE LOS ÁRBOLES MONTADA

Son las guirnaldas el único ciclo real que permanece.
¿Qué hacer con tanto hojaldre?
¿Quién muere el día de su cumpleaños?

Las velas circulares incendian este bosque.
Nadie tala un deseo.

sábado, 22 de mayo de 2010

Haiku de cumpleaños, de Antonio Orihuela

para Elisa y Reli



Tras meses de lluvia

toda la colada, de nuevo, en la azotea

brillo en los ojos, carcajadas

domingo, 16 de mayo de 2010

Cumpleaños, de Alicia Colmenar

Te regalo un día de la vida que no tendremos, un amanecer en un ático, un cuerpo de niña (de 14 años) abrazado a un cuerpo de niño (de 13 años) bajo un par de mantas, sobre el suelo de una terraza, rodeados de cervezas y un cenicero negro lleno de colillas.

Te regalo algunos besos bajo un sol aún bajo y diez dedos de niña enredados en un pelo tan denso que podría ser rojo.

Te regalo algunas risas, algunas cosquillas, el juego de la madrugada en una terraza llena de botellas vacías. Y una mañana jugando al paddle con un par de amigos mientras ella duerme (apenas saciada) entre las sábanas de una cama recién estrenada. Y un baño en una piscina, él sudoroso del partido, ella recién despertada, cuando el sol está ya tan alto que les abrasa la piel demasiado sedienta, demasiado pálida.

Te regalo una comida informal en una terraza (cecina, pan recién hecho, ensalada de tomates, más cerveza), un café con los amigos, una partida de mus a media tarde. Y una película para dos o para seis o para cuatro y tres pizzas en un horno y un par de copas en un ático antes de cambiarse de ropa, él camisa negra, ella botas altas, y salir a tirar unos dardos. Y más cervezas y algo de música, la música de siempre, la banda sonora de tantas noches sonando tan cerca… y alguna broma, alguna carcajada, alguna barbaridad soltada al aire, alguna palmadita en la espalda, algún amigo que se va pronto, algún amigo que llega demasiado tarde… y dos niños que encuentran alguna esquina en la que perderse antes de volver a casa.

martes, 4 de mayo de 2010

Regalo de Cumpleaños, de Ana Patricia Moya

Hoy cumplo quince años. Invité a mis amigos y a mi novio a una gran fiesta en casa, aprovechando la ausencia de mis padres. No faltó de nada: alcohol, regalos - entre ellos, el disco nuevo de los New Kids on The Blocks, un precioso jersey rosa y la novela de Mujercitas -, música, una estupenda tarta de chocolate que ha preparado mi mejor amiga para la ocasión. Mi chico estuvo de lo más cariñoso y atento: no paraba de traerme copas y cigarros, de susurrarme palabras, algunas tiernas, otras cachondas. Yo no quería que esa noche tan mágica acabara. Todo era exceso. Las horas de diversión, entre risas y bailes transcurrieron rápido. Y en la madrugada, despierto, medio desnuda, en el sillón del salón desordenado, con la cabeza dándome vueltas. Algo sube por mi garganta. Vomito en el suelo, sobre la humedad de botellas de ron y whisky derramadas, el desorden de bolsas de patatas vacías y vasos de cristal rotos. La mano sujeta mi frente pesada. Intento recordar. La piel expuesta a este frío mes de invierno tiembla: en mis pechos, huellas de dientes, en mis brazos, hematomas. Y al asomarme entre mis piernas, sangre. Y una punzada de dolor recorre mi vientre. Y recuerdo. Cuando regresó el silencio al piso, a solas con mi amante ansioso, me entregó su especial regalo de cumpleaños. Se bajó el pantalón y me enseñó su orgullo erecto, preparado: me dijo que su regalo era convertirme en una mujer completa, a pesar de mi negativa, pero el cuerpo no obedecía, y aparte, que la última imagen, borrosa, es la de su puño chocando contra mi cara…

Tengo quince años. A pesar de la humillación, ya soy toda una mujer.

martes, 12 de enero de 2010

Tócate la nariz, de Rut Sanz


Sonríe, es tu cumpleaños. Las mañanitas suenan desde el otro lado del teléfono. Es papá y su falta de recuerdos infantiles. No van a venir porque hace mucho frío, hija. Mamá y su guiño, guiño, blasfemia. Primer mensaje del día: hoy tu hermano tiene exceso de trabajo. Y yo exceso de mal café. Vamos, que tampoco va a aparecer. En clase ya no se reparten los cucuruchos de golosinas y globos tan propios de la primaria: no queda elegante semejante presente entre clase de historia de la lengua y literaturas comparadas. No hay piñatas que destrozar con los ojos vendados, puñetas. Unas cerves contra el día y ronmiel contra la noche. Los amigos están cerca (los enemigos también) y el amor todavía más. No hay suficientes perchas en el armario y el agua ha podrido la alegría. Me despierto con un chicle pegado en la mesilla. Feliz cumpleaños, hoy estás menos lejos del final. Sólo quiero que mi vida sea una opera aperta que trate siempre de algo.

domingo, 3 de enero de 2010

Parque México, 2006. La Luna, 2010, de Adriana Bañares


Han pasado casi cuatro años, pero no has cambiado tanto. No sé si esto es o no de agradecer. Una parte de mí no hubiera querido reconocerte. La otra tenía unas ganas terribles de volver a hablarte y contarte una historia de ficción. Cualquier cosa con tal de no decirte en qué he perdido el tiempo desde que desapareciéramos de nuestras vidas. Yo tampoco quiero conocer tu pasado. Hoy es como si no hubieran pasado nunca estos cuatro años. Imagínate, es cierto, estamos en Enero de dos mil seis. Hemos regresado bastante mejorados y lo mejor que podemos hacer es mirarnos desde la distancia que este bar nos permite, nada más.

Cumplí dieciocho años. Era una niñata hortera enamorada de una falda negra asimétrica y tú aún vivías en casa de tu madre.

Nos miramos a los ojos durante un segundo en intervalos de dos canciones. Cada tres o cuatro te acercas a la barra a pedir algo y me rozas el brazo o la cintura. En cada contacto, por efímero y volátil que sea, flashbacks de mi dieciocho cumpleaños, en el parque México. Éramos dos creaciones de la madrugada que pretendían a toda costa entenderse a media tarde. Éramos mis besos aún adolescentes y tus ganas de enamorarte.

Te miro tan tímida como cuando cabizbaja no sabía de qué hablar y tú te liabas un porro esperando que te besara. Y en ti aún veo las noches en la habitación que compartías con tu hermano. La luz de neón, nuestro instinto sádico, los gajos de mandarina y el Frances The Mute llenando la habitación con nuestras caricias. Una y otra vez. Tu guitarra. Mis lágrimas delatando la vergüenza por no haberte sido sincera.

Juegas al billar. Yo escribo poesía apoyada en la barra. Tus ojos azules siguen infringiendo en mí la misma sensación que cuando nos mirábamos cada tres canciones en el Galicia, antes de conocernos. Aún con diecisiete, cuando tú tenías veintitrés.

Desde hoy en el parque México, pensé que pensaste, ya no será tan interesante. El juego de la menor, ya no tiene gracia. Y fumadísimos hablamos de la conciencia de la muerte antes de hacer chistes malos sobre Michael Jackson. Antes de volver a comernos. Antes de volver a no dejar claro qué coño queremos ni qué hay entre nosotros.

En mi piel aún quedan las marcas de aquellas noches de febrero. Follando hasta acabar reventados. Dejando que me leyeras pasajes de aquel libro de Marilyn Manson. Cuando aún tenía diecisiete años. Negándote que te quisiera.

Contándote historias de ficción para no decirte que era virgen antes de que me conocieras.


miércoles, 30 de diciembre de 2009

Oración de Enrique Villagrasa


Messenger de fulgor intenso.
¿Cómo he podido vivir sin ti hasta hoy?
Y van y me invitan al facebook.
Los muros gritan tu nombre:
y la fecha de tu cumple.
¡Eres feliz y te pierdes
cual apasionado blogger
en su blog!


Pues, entonces... al teclado minúsculo.
Al asalto de la BlackBerry y escribe, escribe.
Y, aunque internet todo lo grite y nada calle,
ten por seguro que aliviarás tu tristeza
y ¿tu alegría?, pues... también.