Comienza el Juego

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¿Te atreves?

martes, 12 de enero de 2010

Tócate la nariz, de Rut Sanz


Sonríe, es tu cumpleaños. Las mañanitas suenan desde el otro lado del teléfono. Es papá y su falta de recuerdos infantiles. No van a venir porque hace mucho frío, hija. Mamá y su guiño, guiño, blasfemia. Primer mensaje del día: hoy tu hermano tiene exceso de trabajo. Y yo exceso de mal café. Vamos, que tampoco va a aparecer. En clase ya no se reparten los cucuruchos de golosinas y globos tan propios de la primaria: no queda elegante semejante presente entre clase de historia de la lengua y literaturas comparadas. No hay piñatas que destrozar con los ojos vendados, puñetas. Unas cerves contra el día y ronmiel contra la noche. Los amigos están cerca (los enemigos también) y el amor todavía más. No hay suficientes perchas en el armario y el agua ha podrido la alegría. Me despierto con un chicle pegado en la mesilla. Feliz cumpleaños, hoy estás menos lejos del final. Sólo quiero que mi vida sea una opera aperta que trate siempre de algo.

domingo, 3 de enero de 2010

Parque México, 2006. La Luna, 2010, de Adriana Bañares


Han pasado casi cuatro años, pero no has cambiado tanto. No sé si esto es o no de agradecer. Una parte de mí no hubiera querido reconocerte. La otra tenía unas ganas terribles de volver a hablarte y contarte una historia de ficción. Cualquier cosa con tal de no decirte en qué he perdido el tiempo desde que desapareciéramos de nuestras vidas. Yo tampoco quiero conocer tu pasado. Hoy es como si no hubieran pasado nunca estos cuatro años. Imagínate, es cierto, estamos en Enero de dos mil seis. Hemos regresado bastante mejorados y lo mejor que podemos hacer es mirarnos desde la distancia que este bar nos permite, nada más.

Cumplí dieciocho años. Era una niñata hortera enamorada de una falda negra asimétrica y tú aún vivías en casa de tu madre.

Nos miramos a los ojos durante un segundo en intervalos de dos canciones. Cada tres o cuatro te acercas a la barra a pedir algo y me rozas el brazo o la cintura. En cada contacto, por efímero y volátil que sea, flashbacks de mi dieciocho cumpleaños, en el parque México. Éramos dos creaciones de la madrugada que pretendían a toda costa entenderse a media tarde. Éramos mis besos aún adolescentes y tus ganas de enamorarte.

Te miro tan tímida como cuando cabizbaja no sabía de qué hablar y tú te liabas un porro esperando que te besara. Y en ti aún veo las noches en la habitación que compartías con tu hermano. La luz de neón, nuestro instinto sádico, los gajos de mandarina y el Frances The Mute llenando la habitación con nuestras caricias. Una y otra vez. Tu guitarra. Mis lágrimas delatando la vergüenza por no haberte sido sincera.

Juegas al billar. Yo escribo poesía apoyada en la barra. Tus ojos azules siguen infringiendo en mí la misma sensación que cuando nos mirábamos cada tres canciones en el Galicia, antes de conocernos. Aún con diecisiete, cuando tú tenías veintitrés.

Desde hoy en el parque México, pensé que pensaste, ya no será tan interesante. El juego de la menor, ya no tiene gracia. Y fumadísimos hablamos de la conciencia de la muerte antes de hacer chistes malos sobre Michael Jackson. Antes de volver a comernos. Antes de volver a no dejar claro qué coño queremos ni qué hay entre nosotros.

En mi piel aún quedan las marcas de aquellas noches de febrero. Follando hasta acabar reventados. Dejando que me leyeras pasajes de aquel libro de Marilyn Manson. Cuando aún tenía diecisiete años. Negándote que te quisiera.

Contándote historias de ficción para no decirte que era virgen antes de que me conocieras.